Hay un afán mediático por contar el horror como pieza de teatro banal, buscando escandalizar por breve instante pero sin conmover, sin conmiserar, sin causar ningún tipo de reflexión alrededor de una tragedia que no sólo pertenece a sus víctimas directas sino a todos nosotros.
Noticias del Despojo, art. Alonso Sánchez Baute, Kienyke, 28 mayo, 2013.
Hace unos años pasé varios días mirando imágenes de lo acontecido en Colombia en años anteriores, sobre todo durante la primera década de este siglo.
Aunque había leido acerca de las masacres que sufrió la población del campo al encontrarse en el fuego cruzado entre paramilitares y guerrilla, y de estas dos fuerzas irregulares con el ejército, nunca imaginé las dimensiones.
Actos inimaginables cometidos por seres humanos contra otros. Hay imágenes registradas del horror que jamás podré borrar de mi mente.
Pero después del impacto inicial de las imágenes de los hechos y los actos, me conmovió ver la cantidad de gente afectada e involucrada en las secuelas de la violencia.
Según el documento "¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad, los civiles muertos en el conflicto han sido 177.307;
de 1990 a 2014, se registran mas de 8,000 personas, entre civiles y soldados, mutilados por minas antipersonales;
Human Right´s Watch reporta que debido al conflicto, 5,000,000 de personas en todo el territorio han tenido que huir y abandonar sus casas, sus terrenos y pertenencias.
Pero además de los muertos, lisiados y desplazados,
están las miles de personas que atienden a la población afectada:
las personas que levantan y atienden a los heridos,
las personas que levantan a los muertos,
las que registran e intentan identificar a los muertos,
los que tratan de averiguar qué fue lo que pasó,
los que encaminan procesos jurídicos para fincar responsabilidades;
los que hacen ataudes,
los que entierran, y des-entierran.
y, los dolientes.
Después de un largo tiempo de vivir con las imágenes que había visto
de la violencia ocurrida en Colombia y meditar sobre qué hacer con ellas,
poco a poco me fue surgiendo un mural en movimiento en conmemoración
de todas las personas que son afectadas por la violencia.
Dada la magnitud del horror ocurrido en Colombia, pensé en una pieza grande, en que las figuras fueran de tamaño real o mas grande, y en una pantalla con dimensiones que le permitieran al espectador una inmersión en ellas, por lo menos 12 metros de ancho por 3 metros de alto.
Quise darles una forma mas abstracta a las imagenes y así hacerlas mas legibles, y a la vez proteger la identidad de las personas que aparecen,
pero sin borrar las expresiones, emociones y sentimientos de las caras.
Fue un largo proceso de experimentar para lograr algo en video que no fuera meramente blanco y negro sino que se pareciera a lo que logran los murales y el buen “stencil art” callejero.
Quise producir una obra que sirva, como dice Susan Sontag, de
memento mori, que propicie la contemplación y la reflexión sobre las violencias, y, para usar el término de Doris Salcedo, que sirva como lugar de memoria, donde se elabora el duelo.